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Un gobernador de Isfahán, después de una copiosa comida, fue a descansar al fresco balcón de su palacio. Se entregó a la meditación, pues se sentía bajo de ánimo. Mientras se reclinaba en su diván, fue molestado por un derviche de la orden sufí Chishti que se encontraba en su puerta y que recitó en voz alta el siguiente poema:

Cuando anhelas la unión, entonces tu corazón es un jardín en flor,

Dedícate a la búsqueda de Aquel que es tu Amante.

Toma esto como tu brújula, guiándote en la dirección correcta:

Para mostrarte la Realidad, sólo la Luz Divina tiene el poder.

El gobernador se levantó irritado y miró con desprecio al derviche, que ahora contaba serenamente las cuentas de su rosario, mientras recitaba en voz alta los noventa y nueve nombres más bellos de Allah: Ya Latif, Ya Wadud, Ya ...

Ahora el gran hombre se sintió molesto por la serenidad de ánimo del derviche, así que llamó a uno de sus sirvientes y le dijo: "¿Cuánto tiempo lleva este mendicante sentado a mi puerta?" El criado respondió: "¡Desde primera hora de la mañana, y no ha comido nada!".

El gobernador exclamó entonces: "¡No ha comido nada y está alegre, mientras que yo he tomado una suntuosa comida y estoy triste! Le daré de comer, entonces tal vez mi tristeza pase a él". Dirigiéndose a su criado, le dijo: "¡Envía al perro de mi puerta un cuenco de arroz! Tal vez, cuando lo haya comido, deje de aullar".

Desde su balcón, el gobernador observó al derviche, que recibió el cuenco de arroz con humildad y, después de haberlo comido moderadamente, pero con una voz más clara y fresca, comenzó a recitar: ¡Ya Rahman!, ¡Ya Rahim!, Ya ...

Cuando el gobernador vio esto se enfadó mucho. Y gritó: "¡Traed ante mí a este mendigo derviche, para que yo sepa qué clase de hombre es!".

Los criados, deseosos de cumplir los deseos del gobernador, se apresuraron a apresar al derviche y llevarlo ante la presencia de su señor. Éste -reclinado en el diván de honor- miró con desdén al mendigo, que se sentó en el suelo frente a él. Le exclamó airadamente:

- "No sólo no tienes modales, ya que te he enviado comida y no me devuelves las gracias, sino que además eres una molestia para mí, ya que siendo mendigo y pasando necesidad, estás alegre, mientras que yo, que tengo la riqueza de muchas partes del sultanato a mi disposición, estoy insatisfecho e inquieto".

El derviche respondió:

- "Cuando me llega comida, devuelvo las alabanzas por ella a ar-Razzaq, el Proveedor de todas las cosas buenas. Dar las gracias a un ser humano es una forma convencional de agradecer a una persona. Mi forma de agradecértelo es comiéndome la comida. Si hubiera sabido que esperabas que te agradeciera con palabras convencionales el desprenderte de algo que no te cuesta ningún esfuerzo, habría recitado una oración por tu felicidad. Habría sido inútil, porque te abandonas al descontento y, por tanto, nunca podrás conocer la felicidad".

El gobernador de Isfahán respondió con petulancia:

-"No me rindo al descontento, pero sí me inclino ante el peso de la responsabilidad. Tú, que no tienes una carga más pesada que soportar que la capa remendada de un derviche, no eres lo bastante competente para comprender todas las angustias que pesan sobre mi mente".

Y el derviche volvió a hablar, diciendo:

- "¡Oh, gobernador, el Rey de reyes ha puesto en tus manos el gobierno del pueblo, y sin embargo muestras menos sabiduría que el más simple de los hombres! Rara vez te llegará la felicidad, pues para hacerte feliz el sultán debe al menos arrojar sobre tu regazo el gobierno de alguna nueva provincia, como si el acopio de tu riqueza mundana no excediera ya los límites de lo que puedes disfrutar. Aprende, pues, del derviche a quien desprecias, porque él sabe ser feliz con un tazón de arroz, mientras que para ti los mejores cocineros preparan alimentos que siguen siendo desagradables".

"Cuando dices que la capa remendada de un derviche no tiene peso y es una carga fácil de llevar, hablas de lo que no conoces. ¿No has visto nunca a un jornalero llevando sobre su cabeza una cesta llena de ladrillos para la construcción de una casa? ¿Y no has observado cómo cada ladrillo adicional que pone en la cesta aumenta su fatiga y su cansancio y su ansiedad por que uno de ellos se caiga y se pierda? Ahora bien, cada ladrillo que añade a su lote añade peso de este mundo a la carga que tiene que llevar".

"Por invisible que sea, el derviche lleva sobre su cabeza una cesta llena de ladrillos, pero cada ladrillo es una renuncia a alguna tentación de este mundo. Cada ladrillo de más que él añade a su lote tras una lucha interior tiene la cualidad de aligerar su carga, porque el peso de cada uno de tales ladrillos no es el peso de este mundo sino el peso espiritual. La túnica del derviche señala este peso espiritual. Cada remiendo simboliza una victoria sobre una tentación. Cuanto más peso lleve un derviche, mayor será su fuerza y más fácil su carga. Por eso el corazón del mendicante se regocija, mientras que el del poderoso gobernador aumenta su abatimiento.

Las palabras del derviche provocaron la ira del gobernador. El gobernador de Ispahán, furioso, gritó a sus sirvientes: "¡Apresad a este derviche! Ponedle cadenas y arrojadlo a la prisión de mi palacio". El derviche fue arrojado a la prisión. El gobernador pasaba todos los días por delante de las ventanas enrejadas de la celda. Podía oír al derviche cantando alabanzas a Dios. El derviche recitaba en voz alta con tal alegría interior como si hubiera estado sentado en un jardín de rosas y como si estuviera escuchando estos versos reconfortantes de un ghazal* del príncipe de los poetas de Shiraz:

Hemos entregado nuestro corazón ebrio y estamos libres de ansiedad.

Somos confidentes del amor y escanciadores de un vaso de vino somos.

A menudo hacia nosotros se ha tensado con enemistad el arco de la culpa,

Ya que de la ceja del Amado nuestro trabajo adquirió celebridad.

Y:

Discutir no es el camino de los derviches,

O mucho podríamos decirte a ti.

Ahora bien, la melancolía del gobernador aumentó tanto a causa de la serenidad del derviche que ordenó a sus sirvientes que expulsaran al derviche de la ciudad de Isfahán, para lograr tener paz y tranquilidad, y no oír más su voz.

Transcurridos varios años, sucedió que el gobernador perdió el favor del sultán. Sus enemigos se habían levantado contra él y se le acusaba de mal gobierno. El sultán ordenó que el gobernador fuera depuesto de todos sus cargos y encarcelado, cargado de cadenas.

El gobernador, sin hallar dentro de sí recursos de consuelo, cedió al abatimiento más violento y dejó que su alma se hundiera en las profundidades más bajas de la desesperación. A menudo gritaba en voz alta: "No hay justicia en este mundo, pues cuando estaba en el poder y en la opulencia no era feliz, y cuando me encuentro en la degradación de mi posición actual, me invade el abatimiento".

El derviche, al enterarse de la desgracia del gobernador, regresó a la ciudad de la que había sido expulsado. Se sentó junto a la prisión y entonces oyó al gobernador recitar esta cuarteta:

No hay fin para mi sufrimiento y mi dolor,

Mientras tú estás feliz y alegre sin ninguna tensión.

No confíes en el tiempo, porque las revoluciones celestiales,

Juegan un juego engañoso detrás del velo.

El derviche, con objeto de llevar consuelo al abatido gobernador, recitó la siguiente cuarteta como respuesta:

Mediante el sufrimiento un hombre puede llegar a ser libre y también noble.

Las gotas pueden convertirse en perlas cuando están aprisionadas en una concha.

Aunque hayas perdido tu propiedad, ¡no pierdas la cabeza!

Una copa vacía puede convertirse en una llena, esto puedo decirlo.

La voz del derviche trajo bálsamo al alma del gobernador y poco a poco comenzaron a aparecérsele visiones de cosas nobles, y aprendió a apreciar la bendición de la resignación. Y así sucedió que el gobernador, sacudiéndose la cadena de la desesperación, murmuró agradecido: "Verdaderamente ese derviche sabe más que yo en todos los días de mi esplendor y poder. No soy digno de sentarme a su lado. ¡Alabado sea Dios! Las almas de los derviches son como estrellas de la creación de Dios. La furia y la violencia de otros seres humanos no pueden detener la solemnidad de su progreso ni alterar la serenidad de sus semblantes. La bendición de Dios sea sobre este santo derviche, porque es como la antorcha de la Verdad. La Luz que él esparce es la única Luz que no falla en este mundo de tinieblas".


*Ghazal - Forma de verso poético. Es un género lírico que consiste en coplas y estribillos. Es propio de la literatura árabe, persa, turca y urdu.

Autor: Idries Shah
Fuente: sufi-tavern.com